Cuadro: Serpiente acuática. Gustav Klimt. Reproducción de Alejandra Menassa
Tengo una nube azul en la cintura, llanto de no saber, llanto de andar descalza entre la bruma. Hay noches: Quisiera guarecerme debajo de tu piel y soy una nadadora noctámbula, un imposible espejo que refleja el enorme vacío de tu nombre. Hay noches: conjunciones del mar y las anémonas, donde se resquebraja mi memoria por todos los surcos que el olvido ha trazado y vuelvo de buscarme en la tiniebla, de no hallarme jamás, como no se halla jamás aquello que no estuvo nunca.
Encuentro las palabras, pero están tan distantes que me quema el silencio que de ellas me separa. No quiero verte más, no quiero que construyas un castillo de naipes para mi pena, que me digas que soy la reina de tu tristeza y me pidas perdón en cuatro idiomas.
Hay noches: espectrales avernos que se abren, notas desesperadas. Lamentos que arrojé sin piedad al pozo de la nada.
Zafiros y esmeraldas sobre tu piel, mi amor, y un ritual iniciático donde todo es olor a madrugada.
Sé que a veces es como si no estuviera… que piensas en mí como una ausencia que me reclamas en silencio mi exagerado silencio. Sé que a veces me necesitas y que necesitas más no necesitarme y que te debates en las entrañas como dejarme ir sin que esto duela o cómo tenerme sin miedo a que me vaya.
Sé que a veces sientes mi amor como una irradiación poderosa que te deja iluminada por días y que otras veces no quieres imaginarme lo que podría estar haciendo en ese preciso momento.
Ahora me doy cuenta y no sé en que momento deje de creer en las eternidades en las promesas de envejecer juntos, en las ilusiones forjadas como una filigrana en cada beso tejidas en cada caricia y sé que a veces es claro y cierto y hay instantes que son eternos y en esos instantes existen todas mis ilusiones y mis eternidades y luego terriblemente luego, estamos en otro instante, como si fuera otro tiempo. A dónde vamos, si a cada instante somos otros.
Ahora me doy cuenta te amo un instante, un momento te amo con mis huesos raspando la memoria del instante en el alma de los tiempos más como amante como cómplice de sueños de una noche y es así, sé que duele y que también se goza te amo intermitentemente siempre. Y luego conozco otras mujeres y también las amo Sé que a veces es como si no estuviera… y no estoy, a veces, ni conmigo mismo.
Llevo la vida a cuestas.En sus paredes se deslizan las goteras desde el badajo de la campana en mi garganta.
Se disparan como venablos las causas perdidas que en hilos de marioneta me sostienen .
He vomitado en ocasiones que soy causante y causa.Pero no perdida que me encontré hace mucho y desde entonces no me tiemblan las rodillas.
Quería haber amueblado las páginas del libro contigo entre mis días y mis piernas. Pero ya no abrazaré las costas de tus párpados, no besaré las cimas de tus hombros desnudos, no cabalgaré en la blanca cumbre de tu ímpetu. Sucumbí en el doble salto mortal a tu mirada.
Cuando luz y sombra hacen un barro de latidos y la médula del sueño gotea constelaciones y llena nuestras manos de incorpóreos pétalos de lumbre. Cuando nosotros, polvo animado tocamos nuestro lodo en la cueva del sol que duerme despierto para darnos en sus ojos el hálito de inmortalidad.
Añorarte, ciertamente, no te añoro, nunca te tuve y nunca te perdí.
Tejo de mí redes de luz sobre tu pelvis, planicie inexplorada.
Tejo y destejo sobre tu corazón, venenos y alcoholes. Sobrevivo en los humores que destilas, en la piel de tu mar, violeta y aguerrido.
No te digo que no, te digo que me esperes, que aprendas a esperar sin bostezar apenas, comienzos de mi vuelo, palabras que anuncian un encuentro imposible.
No se echarte de menos, ni siquiera sé echarte, ni siquiera de menos, porque se enredó tu nombre en mis cabellos, como un pez perdido entre las ramas.
No soy un corazón latiendo entre las letras, las letras son mi corazón de lluvia, sobre un humano bosque que te llora.
DESUNIÓN La desilusionada duquesa desea un daiquiri doble para el desayuno. "El discurso disonante del duque me duele y daña", declara ella desazonada.
Un diabólico delirio demente descansa despatarrado delante de la duquesa sobre un diván duro y descolorido.
Un desconsuelo desesperado y desdichado desata desequilibrios desatinados, destruyendo por dentro a la descompuesta y desatendida duquesa.
Descorazonada, decaída y desencantada desea dormir y dormir para disimular su debilidad descontrolada.
El disoluto y degenerado duque demanda desdeñosamente diversión. Sus dedos delicados y dadivosos no llevan ni dalias ni dulces, sólo dinero.
Distraído disfruta discretamente de dos doncellas dúctiles y deliciosas, de dorsos dulces como damascos, dadas deprisa a su disposición.
Descalzas y desnudas danzan ellas desenredando sus dorados cabellos dejando deliberadamente al descubierto su debilidad (la de él).
Mientras despreocupadas le dan al díscolo déspota su dosis de placer, el displicente y dominante Don Juan desea ser su dueño del día.
La duquesa no debe decaer ni en depresiones ni en dependencias demás. Y si tiene el decoro no dudar más del dilatado y desagradable divorcio, aunque le duela demasiado el desinterés del destructor y desaprensivo duque.
Mientras la duquesa se da un duchazo, decidida se dice a sí misma: "¡No más diálogos despreciables! ¡No más destemplanazas! ¡No más dilemas ni dardos de dimes y diretes! Desastrosos son los desaires y desagravios del duque. Desde ahora deseo una vida digna y ser dueña de mi destino."
La noche empezó al apagar la luz.
Enfrentado a su rostro
desligaba ternuras hurgándose los pies;
desde los dedos, hasta la curva de cada talón
sumaba soledades
recitando monólogos de una vieja gramática.
Tan solo, tan vacío, fulminado en su canto,
desentrañaba afectos
mientras se rasuraba los escombros y el alma.
Me angosta y me gotea tanta inercia y sudor.
Nada me dice la sangre aturdida
del ajedrez de tu mirada
o la voz de un cuchillo que yace punta en alto
persiguiendo morir de un sueño
en vez de anidarse
con la encendida rosa del sol;
podría dejar el corazón y la hiel
a cambio de un hechizo que transformara en sal
todas las grietas de la tierra
y regresara a casa la luz de la mañana.
Con tan rajados hilos
y ni una sola mano
señalando su carne helada
posó sus hombros en la noche cóncava
tan hundido en sus lágrimas
como un borracho
caminando en un charco de alcohol
buscándose los índices;
con la boca instalada en el whisky
y su pelo de lenguas
“Si te postran diez veces, te levantas…” Almafuerte
Mira el riachuelo… ¡Acaso se detiene por las piedras! ¡Acaso deja secarse su caudal!
No te compares tanto con los dioses. Algunos terminaron muy mal.
Ni grandes hazañas Ni heroicas gestas. Tú, sigue tu camino Paso a paso. Ni te vanaglories Ni te humilles Ni te creas que solo caminas.
Un paso tras otro Pase lo que pase Sin miedo Sin rencor. Y si la angustia te deja sin aliento No temas Igual da tu paso. Ella hace parte del camino. Sin ella nunca ningún imperio se construyó. Sin ella no se escribió ningún libro.
Tú, anda el camino. No acortes el recorrido Por llegar antes de tiempo.
No huyas de lo nuevo Ni te achiques. No desprecies a tus antepasados. Hazlo mejor si puedes. De los que te precedieron no reniegues. Algo les deberás aunque no lo sepas.
Déjate acompañar. Solo no eres nada. Con el compañero habla y vuelve a hablar. No dejes el silencio deformar la realidad. Con las palabras y los hechos de las palabras ¡Transfórmala!
Con el compañero pacta y vuelve a pactar.
Pacta y vuelva a pactar.
De ahí te viene la fuerza. no te tus atléticas piernas ni de tu inteligencia grandiosa.
No te asustes por una piedra no la transformes en montaña.
Camina, camina… Abre los ojos escucha.
Escucha a los poetas locos caminantes del imposible. Pase lo que pase hicieron de sus vidas poesía. Poesía, para llegar entero hasta el punto final.
Poesía, para llegar vivo ahí donde nadie te espera.
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer? Saldré a toda prisa como estoy, y andaré por la calle con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana? ¿Qué vamos a hacer jamás?” T. S. Eliot. La tierra baldía (131-134)
Un universo frágil se extiende en las paredes buscando su destino, como si de menguar en la naturaleza las ciudades se urdieran mártires y verdugos.
Solo la brevedad es tan cierta que duele. Nada de lo que somos es sagrado en nosotros, se consume en lo breve de la entrega y las horas.
Un día el viento llegará sin advertencias destruyendo la savia sus íntimos caudales e imprimirá su llanto, en tanto displicente una vela prendida ungirá sal al mundo y cambiarán los ojos que perciben la tierra.
De la tierra baldía nos hemos resignado a sus desérticos eriales; hemos construido un universo de infructuosos principios que no admiten la entrega ni soportan la gélida gula de la indigencia; siendo lujuria y sed olvidamos a Dios, sin querer otro dios, sin pretender ser dios, sin respetar a Dios; y no hay perdón ni agua que redima el olvido e inunde la memoria de paz justicia y libertad.
El universo es prenda y fianza, rehén convicto, rémora sin escritos que preserven al hombre del hosco escupitajo del rencor;
más allá de los mares, la redondez del orbe se nutre de la espuma que besa el infinito, para aplacar al hombre y fabricar promesas que puedan conciliar la fría búsqueda de los inexplorados diamantes del destino (disimulados en los frágiles, agrietados valores del hombre) con las breves paredes del universo;
en tanto habla el desierto, yo escribiré mis últimas excusas.
“Un poema que todo lo contenga y que todo lo destruya a la vez” Miguel Menassa. Aforismos y decires.
“La destrucción de un objeto no lo aniquila, nos enfrenta con una nueva realidad del objeto, la carga de un sentido que antes no tenía”. Aldo Pellegrini. Fundamentos para una estética de la destrucción.
Hablábamos con Dios esa mañana, Dios había muerto, yacían entre mis manos sus cenizas, me dijo entre pavesas: haremos el mundo en siete libros. Yo no quise renunciar a lo imposible, obnubilada por su brillo.
Comencé por mostrarle a la mañana mi propia capacidad de aniquilamiento, diluí mi alma en el tintero, olvidé ideologías y nostalgias.
Puse luciérnagas al rostro de la noche, me vacié los bolsillos, busqué un corazón prestado para latir a un ritmo universal, desconocido.
Perdí mi paso vacilante, de poeta apenas hecha y otros hombres, que antes que yo hicieron sus caminos, me cedieron sus pasos, y caminé con ellos por la letra, con su cadencia de siglos en la cadera izquierda.
Mi mano renunció a juegos sexuales, a goces paroxísticos, para intimar al punto con el verbo desasido, un cuerpo de vacíos que entregaría al poema, poniendo fin a un celibato de siglos.
La letra debe ir a la letra, como los ríos al océano, así, mi cuerpo ha de morir en el poema, para nacer de nuevo en cada verso.
Y así, sin más Dios que el del verbo, sin nada que recuerde mis maneras, sin manos y sin cuerpo, roto el antiguo corazón a martillazos, me dejaré bautizar por un líquido verso iluminado.
Esa poeta que soy, la hicieron estos versos, la de ayer, yace como cenizas en mi mano, quería hacer el mundo en siete libros, le bastó con dejarse nacer en el poema.
Nace del amor la mirada profunda, se reconoce su caminar de pétalo abierto, las formas que resurgen en las pupilas cristalinas de la mujer que vive, del hombre que ama, del mundo que gira viviendo a su manera en la ávida belleza de los vientos del norte.
Nace tu belleza grandiosa en la plenitud del amanecer, sin tiempo, rompiendo los hechizos de tus ojos de odalisca tendidos en la telaraña de mirada y voz, de un paisaje imprevisto en la comisura de tu labio.
Como los otros, caminas sonámbula en las palabras vacías de una noche de invierno y en tus manos quedó una bandada de pájaros, un trozo de papel, un vuelo y el espejo del tiempo abriendo tu boca de seda.
Descubres la desnudez del sueño, el goce, y todo se confunde, mirada, en el viaje, el verdadero viaje de tres colores, de luna blanca, escritos sobre el cielo de París.
En tu ocaso empujamos vertiginosamente tu huella, tu temblor cae sobre la vida, cae tu mirada y se la lleva. Viva. Viva y desvelada. De todos y de nadie.