EL TORO
Jadeante como la ardiente escolta de un rufián
se perfila, la noche, en su lomo zaino.
Adineradas miradas centran su espolón
en el semblante recio y mezquino
del que cercena con destreza, el triunfo.
Colibrí de tinte vulgar que arrojas luces sobre el primero;
¡No llores los desaires, ni hullas de cobarde!
Este morlaco bien armado y meleno
de capa castaño coletero, conquistará los medios
desde el chiquero hasta la puerta, donde muerto,
ya será la faena, provecho del torero.
Gradas y andanadas gritan al sol que no muera
sin sentir de lleno, la estocada del picador
que con caballo ciego, relincha el olor
del que sin destino, ha de sufrir el tentar de la puya,
clavada antes de la cruz
para azuzar las ansias y tejer otro destino.
¡Vamos campeón! Pavonea con tus sentidos,
al distraído matador, salta sobre sus ojos secos,
haz que llore la bestia, róbale el capote
y enséñale tus pitones de verónica herida.
Haz que llueva carmesí sobre la arena
ata, ciñe y bate la sangre que nubla el combate.
Recio, certero, cazador de soledades,
hinca en tu huella de pezuña hendida
algunas veleidades, que se confundan
con los luceros, enamorados, del alba,
que de bermellón, escriben la tarde.
Magdalena Salamanca
1 comentario:
!OLÉ!
Poemazo Carmen!
BESOSSSSS
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