"La montaña helada" Magdalena Salamanca
Amanece
el cielo se espande displicente
de norte a sur, con mano firme
por los contornos del mundo.
El oeste saluda aturdido al sol, que arrebatador,
sale desnudando la noche desde el otro lado del horizonte.
La calles apagan sus luces y se visten de pies,
de miedos arrastrándose por la acera.
Ahí va la niña, ahí va el pordiosero,
ahí se abre la puerta que santigua al prisionero.
El aroma de las cocinas
humedece los párpados,
los azules ojos de una muchacha
buscan, como distraidos,
varoníl soporte para sus labios.
Hay entre sus piernas un suspiro abandonado,
¿quién querrá amarla?
¿quién refrescará de lluvía
la planta recién nacida,
que esos ojos de cielo,
aún no han mirado?
Amanece
el cielo se espande displicente
de norte a sur, con mano firme
por los contornos del mundo.
El oeste saluda aturdido al sol, que arrebatador,
sale desnudando la noche desde el otro lado del horizonte.
La calles apagan sus luces y se visten de pies,
de miedos arrastrándose por la acera.
Ahí va la niña, ahí va el pordiosero,
ahí se abre la puerta que santigua al prisionero.
El aroma de las cocinas
humedece los párpados,
los azules ojos de una muchacha
buscan, como distraidos,
varoníl soporte para sus labios.
Hay entre sus piernas un suspiro abandonado,
¿quién querrá amarla?
¿quién refrescará de lluvía
la planta recién nacida,
que esos ojos de cielo,
aún no han mirado?
2 comentarios:
se apagan luces y se detienen los relojes, un suspiro, incertidumbre o simplemente miedo; sugerentes imágenes Magdalenas
te aplaudo poeta
.
Paralelo.
El amanecer del día y el amanecer del deseo.
Un abrazo,
Laura
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