Cuadro: De la mano del amor. Miguel Oscar Menassa
Te llamo, Padre, desde la penumbra de las horas,
y naces de la página para advertirme de los escollos
de este viaje: Ni huir ni arremeter contra nada,
aprender a conversar tranquilamente, me dices:
a eso enseña el amor.
Y aprendí a hacerme habitante del lenguaje.
Cuando pequeña, viví en tus brazos,
ahora he de vivir en tus palabras.
Cuando murió el hermano, cuando la sangre
de la sangre se derramó en la calle,
como si no importara nada,
como si la poesía no pudiera detener el cuchillo,
surgió la voz de la penumbra,
para decir: Un hombre muere apenas si otro hombre lo nombra.
Y ahí, cabeza alzada, seguimos adelante la senda perfumada.
Cuando crecía el dolor a dentelladas,
la voz que me acompaña, humana voz de poeta,
gritaba estas palabras: Si es posible el poema, es posible la vida.
Y esa frase fue arma, fue cuerpo, fue la hazaña
de seguir vivos con las garras de la muerte ya clavadas.
Y así, montada en versos, alazanes del viento,
guié mis pasos dónde el deseo señalaba,
y fui médico, porque tú amabas eso,
y yo también lo amé por sobre todo.
y fui poeta, porque tú me acunabas con poemas,
esas fueron mis nanas, desde Olga Orozco hasta Vallejo.
Y hasta desvirgué lienzos, porque tú pronunciaste
un déjese llevar que derrumbó montañas de impotencia.
Y tu generosidad inundaba otra vez las arcas del conocimiento,
porque siempre diste a manos llenas ese saber producido con trabajo.
Padre, maestro, palabras como puentes se tienden
en la página,
siempre una sonrisa, siempre una mano disponible,
tu inteligencia iluminada hace heridas a la noche del alma,
padre, constructor de deseo, giran en torno a ti
vidas de tantos, amores de tantos, amigos,
y naces de la página para advertirme de los escollos
de este viaje: Ni huir ni arremeter contra nada,
aprender a conversar tranquilamente, me dices:
a eso enseña el amor.
Y aprendí a hacerme habitante del lenguaje.
Cuando pequeña, viví en tus brazos,
ahora he de vivir en tus palabras.
Cuando murió el hermano, cuando la sangre
de la sangre se derramó en la calle,
como si no importara nada,
como si la poesía no pudiera detener el cuchillo,
surgió la voz de la penumbra,
para decir: Un hombre muere apenas si otro hombre lo nombra.
Y ahí, cabeza alzada, seguimos adelante la senda perfumada.
Cuando crecía el dolor a dentelladas,
la voz que me acompaña, humana voz de poeta,
gritaba estas palabras: Si es posible el poema, es posible la vida.
Y esa frase fue arma, fue cuerpo, fue la hazaña
de seguir vivos con las garras de la muerte ya clavadas.
Y así, montada en versos, alazanes del viento,
guié mis pasos dónde el deseo señalaba,
y fui médico, porque tú amabas eso,
y yo también lo amé por sobre todo.
y fui poeta, porque tú me acunabas con poemas,
esas fueron mis nanas, desde Olga Orozco hasta Vallejo.
Y hasta desvirgué lienzos, porque tú pronunciaste
un déjese llevar que derrumbó montañas de impotencia.
Y tu generosidad inundaba otra vez las arcas del conocimiento,
porque siempre diste a manos llenas ese saber producido con trabajo.
Padre, maestro, palabras como puentes se tienden
en la página,
siempre una sonrisa, siempre una mano disponible,
tu inteligencia iluminada hace heridas a la noche del alma,
padre, constructor de deseo, giran en torno a ti
vidas de tantos, amores de tantos, amigos,
compañeros de camino, amantes de la ciencia que nos nutre.
Tú me hiciste conocer a ese Vienés a quien nadie perdona,
por habernos arrancado la venda de los ojos,
y mostrarnos que lo más importante de nosotros, está fuera de nosotros.
Tú lo dijiste así: Un hombre solo, no es un hombre.
Y fuimos grupales.
Y hoy, en este día que dicen que es el día de haceros homenaje,
te escribo estas palabras, y brindo porque sigas amando
con empeño tu trabajo, tus poetas, tu ciencia luminosa,
y porque siga el deseo brillando insultante en tu mirada,
ya lo dijiste padre: Nunca me perdonarán que sea tan feliz.
Y aunque no te lo perdonaran, tú no has dejado de serlo ni un segundo.
Tú me hiciste conocer a ese Vienés a quien nadie perdona,
por habernos arrancado la venda de los ojos,
y mostrarnos que lo más importante de nosotros, está fuera de nosotros.
Tú lo dijiste así: Un hombre solo, no es un hombre.
Y fuimos grupales.
Y hoy, en este día que dicen que es el día de haceros homenaje,
te escribo estas palabras, y brindo porque sigas amando
con empeño tu trabajo, tus poetas, tu ciencia luminosa,
y porque siga el deseo brillando insultante en tu mirada,
ya lo dijiste padre: Nunca me perdonarán que sea tan feliz.
Y aunque no te lo perdonaran, tú no has dejado de serlo ni un segundo.
(los versos en cursiva son del poeta y psicoanalista Miguel Oscar Menassa, a la sazón, mi padre)
Alejandra Menassa
14 comentarios:
Alejandra: sin duda un merecidísimo y emocionado homenaje, escrito con la fluidez que da el decir sincero. Hermosísimo. Me quedo, particularmente, con dos versos: uno, "Si es posible el poema, es posible la vida"; el otro, "y fui poeta, porque tú me acunabas con poemas".
Un abrazo.
Bellísimo canto al hombre que te dió la vida y que continuó a tu lado desde el amor.
Un dueto de sentimientos .De sentir.
Yo nunca tuve padre.Pero me alegro de haberlo vivido a través de muchos.
Besos
Me encantaría haber podido escribir versos así.
Seguramente, tus versos (amor) han sido el mejor regalo que recibiera tu padre.
Beso
Te felicito por el poema y especiálmente por este verso: "Y aprendí a hacerme habitante del lenguaje". Las cursivas: "Ni huir ni arremeter contra nada" un hallazgo, felicidades al autor.
Un beso para ti Alejandra (recién acabo de regresar de viaje)
.
Gracias Antonio, a mí también me gustan esos versos.
Un abrazo
Hola Leni: todos tenemos padre, y más los poetas, que somos hijos de todos los poetas de la historia.
Un fuerte abrazo, bella Leni.
Gracias Mónica.
Un abrazo.
Gracias Alonso. Es curioso, porque el verso que has escogido del poeta Miguel Menassa es del poema El verdadero viaje, un poema que si me lo permites, publicaré un día en tu página, el verdadero viaje es la vida, y los escollos: el amor, la locura, el dinero, la burla, la muerte, es bellísimo. Mi vida sería otra sin ese poema.
Un abrazo y gracias
Hermoso, Alejandra. Soy una admiradora de tu padre.
Este es un poema lleno de amor y admiración. Felicidades.
Laura
Gracias Laura.
A mi padre seguramente le placerá mucho tener una admiradora como tú.
Muchos besos
Alejandra, lo pasé de largo, queriendo, porque es muy reciente la muerte de mi padre y de mi hermano pequeño, y no leí ningún poema dedicado al padre,(yo sigo muy enfadada con el mío) pero hoy no quiero dejar de decirte, que me he acunado y permíteme la osadía entre tus versos, sinceros, tiernos, hasta estremecerme con ese nudito en la garganta que esñuga, como decimos por aquí.
Fenomenal las cursivas, el cuadro un lujo que lo compartas, gracias, y el poema y su autora qué decir, sin pàlaabras.
un abrazo enorme.
Alejandra, estaré encantado de poder contar en este espacio con el poema de Don Miguel Menassa, porque si ese verso es solo la muestra el paquete completo debe ser para tatuárselo en la frente, solo hay que ver como le escribe la niña.
Otro beso amiga mía
.
Hola Sara: Gracias, también me ha emocionado tu comentario. Siento lo de tu padre. Sigues en la senda poética, no obstante, de lo cual me alegro mucho.
Un abrazo.
Gracias Alonso, entonces, sin más, traigo el poema recitado por el autor.
Es un pelín largo, pero merece la pena seguro.
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