martes, 24 de febrero de 2009

ESCRIBIENDO LAS GUERRAS DE UN POETA QUE NO RECONOCE MIS PASOS EN EL PASO CEBRA DE TODAS LAS RUTINAS



Fuente de la fotografía: http://lasorcitroen.files.wordpress.com

Mi sombra salta despierta sobre los bancos
alineados cerca de los urinarios, como si la micción
fuera la única razón de ser de los parques.

Una corneta supura a lo lejos nuevas cacofonías.
Trece remolinos sin carné de conducir
me aseguran que la risa es la muerte de la histeria
y me arrojan con las dos manos,
como un milagro
que conoce el vientre de una ciudad sobrexcitada.

Espacios abiertos, la madrugada huele,
ningún poeta vendrá con nombre de calle,
sólo el miedo en las vértebras,
un beso delirante, universos que se van a la pata coja,
amargos, llevando un ratito su cruz
y el pecho desmayado sobre la mesa.

Los pies se mecen desnudos
entre el rojo de una película quemada
hasta que me acabo.

Si antes delirio era una palabra poética
hoy tiene cuerpo en cada holocausto
la leyenda dirá que este año
los vientos soplaron en su contra
y el miedo fue un dios de pacotilla,
pero yo sigo atada,
con la lengua sujeta al lenguaje exhausto,
escribiendo las guerras de un poeta,
que no reconoce mis uñas
en el paso cebra de todas las rutinas.

2 comentarios:

Mónica Angelino dijo...

Qué decir, me parece tan contundente, muy buen poema!
Saludos.
Mónica

Alonso de Molina dijo...

n'a que ver Ramentol, pero este paseo urbano con su paso cebra y todo, me ha recordado aquella madrugada en Valencia con mojito, música y sobre todo buen rollito tras un largo día de poesía con gente maravillosa.

Gracias por estar, por venir

un abrazo compañera