jueves, 18 de septiembre de 2008

Una muchacha olvidada



.
las tardes
ya lo sabemos
acaban por desaparecer
perdiéndose en la noche





-1-

Vagamente la estación
agota la añoranza de siglos


inadvertidamente
una muchacha olvidada
desvía su esplendor de primavera
perdiéndose entre los glaciares;


su cintura no era de plata
ni su talle destacaba entre almidones.


Regresa al camino, le dije.
No derrames tus ojos en porcelanas oscuras.
Respondió que era tiempo de partidas
de suicidios y eutanasias
de no elegir la vida
para no tener que escoger la muerte




-2-


Ella había partido
sin emociones que disimular,
bajo los auspicios de un cielo azorado
precipitaba sus pasos al vacío;


yo la hubiera hundido en mi pecho
arrancándola de la hiel y del cemento.


Predestinada a la ausencia

ella renunciaba cada soplo que hacia su afecto
de mis labios partía


no elegía la cruz, ni la espada, ni la corona, ni la ceniza;
ni siquiera se sorteaba en lamentos,
desnuda, sin más atavío que sus dudas
la olvidada muchacha
giró su estampa hacia la nada



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