A través de un paisaje interior mecido entre contrastes, pintado de luces, unas veces clarividentes,
otras inciertas, incluso cegadoras, o de sombras dibujadas entre restos
de ruinas y recuerdos sepultados entre escombros; observamos el cadente
ritmo métrico de los versos, un canto que va recomponiendo,
paulatinamente, la primordial esencia femenina emanada en ese complejo
laberíntico que hoy, nos depara la llave de la identidad y el
significado que conlleva ser mujer, en todas sus vertientes y en la
magnitud de la vida misma. Sumergidas/os en este insondable océano
entretejido por las palabras, encontramos mujeres abrumadoramente rotas,
laceradas por la parálisis del miedo o imbuidas por el desolador
arrastre de un inmenso vacío; vislumbramos la tempestad de un cautivo
tormento, de esa desgarradora angustia golpeando sin tregua en el pecho o
del tiempo transcurrido en el helado letargo.
Pero, al unísono, detrás
del temor y el llanto, atisbamos el ardiente amor apasionado o a
aquellas mujeres que han conseguido, con perseverancia y coraje, dejar
atrás las aplastantes losas del sufrimiento, para poder enfocar sus
pupilas hacia aquel espejo recién pulido que les retrate en una imagen
coloreada de vida y dicha. Y es que noche y día se entremezclan,
vertiginosamente, para terminar sonsacando la ansiada esperanza de la
que dota el renacer del alba.
En “Carmen carminis” Ricardo Fernández Moyano lanza una mirada
introspectiva hacia la densa profundidad del universo femenino. Va
limando aristas adversas y asperezas hasta reflejar el hilo vibrante de
los sentimientos en toda su amplitud. El poeta nos lleva a bucear en un
juego íntimo forjado por los iridiscentes haces de una lírica que cala
hondo, nos habla con rotundidad de aterradores suplicios y pesares que
jalonan, lamentablemente, las entrañas de muchas mujeres; en cambio, nos
incita, asimismo, a contemplar, tras la lluvia opaca que tienden las
lágrimas, el nuevo porvenir que les espera cuando la tristeza y el
padecimiento del pasado, se hayan convertido en un ocaso ya desterrado.
Ricardo Fernández Moyano entreteje la lacra social del maltrato y la
violencia contra las mujeres por medio de un mensaje claro y sencillo:
lucha porque hay salida, con el apoyo preciso lograrás ir arrinconando
el dolor en los huecos del olvido y, así, podrás reencontrarte contigo
misma, reconvirtiéndote y reinventándote en el umbral de una vida en la
que solamente tú has de trazar ese camino libre, por fin, de velos. Es
igualmente una nítida misiva en torno al papel desempeñado por la mujer
actual; un papel que ha sido arbitraria e injustamente asignado por la
globalizada sociedad patriarcal, la cual designa los roles de género,
concediéndonos a las mujeres una marcada desigualdad en todos los campos
y disciplinas, además de continuar limitando nuestro acceso y acciones
en la esfera pública. Sin embargo, y ante todo, la suave danza de estos
versos da voz a los silencios de las mujeres, llenando esas vacuas
oquedades con una sensible poesía que, en conjunto, clama la
concienciación social en una equiparada balanza; aquella que ha de
alejarse definitivamente de las imposiciones y de la discriminación
sexista.
*RESEÑA DE RAQUEL VICTORIA
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