domingo, 9 de septiembre de 2012

Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás.





Se acabará el verano y seremos de nuevo un charco entrecruzando las horas. Una historia de peces y suicidios buscando el hambre y el calor, las horas negras de la araña y el discreto letargo de las alfombras.

Somos días fecundos sin jardín donde florecer; somos resto de niebla pidiéndole al mármol su cara más amable.

Aquí, sentado en esta noche menguante de oníricas escarchas, algo tendría que decirle al mundo. A este mundo revuelto en tulipanes y horas mansas, le digo como T.S. Eliot qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás.

El orden que sentimos sobre nuestras cabezas es demasiado incómodo para nuestras espaldas, y nuestros pies no saben qué derecha o qué izquierda retomar si todos los caminos se confunden y eluden tus pisadas.

Sigue bajándome la niebla y mi pelo de mármol se escurre en el cemento de las horas. Somos huesos fecundos a la falta de un cáliz donde consagrar la herencia que dejaremos a los nuestros. El aire no cabe en el aire y la raíz de la nada sigue siendo nada. El vidrio no flota en los abismos, los ríos más largos languidecen. No hay manzanas verdes. Nadie baja del tren. Mis brazos y piernas florecen por separado.

Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás.

 
Un humano cualquiera. Fragmento

Imagen by James Jordan

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