En un humilde jardín
nacieron dos rosas,
una como la sangre roja
otra blanca como el carmín.
Pronto la vida los unió
para que el sol olvidado
brillace, como antaño brilló
en el viejo jardín desolado.
Todo embelleció lindamente
todo; pero ya se sabe,
en un jardín como este
Lo bueno y lo malo no cabe.
Sí, la ortiga es mala,
y las dos rosas luchan,
porque saben que no es vana,
la guerra y la muerte en el amor.
No hacía falta predecirlo
pero ya se sabía
que de las rosas,
un rosal saldría.
Y que un humilde jardín
sería, el más bello,
y el más grande festín,
todo un paraíso.
Publicada originalmente en De verso en verso por Angel Cabrera.
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