De repente las nubes,
su algodonado manto,
su vacío total contorsionista
cubre el bazar errante de los días.
Todo queda vencido a los contrastes
al contemplar la luz atardecida
desde otro firmamento,
como si de su blanco resplandor
la nieve
que de la tarde azul de este diciembre
nace
me cediera su blanca levedad.
De repente las nubes,
su inevitable albor sobrevolando
y yo mismo pensando
ante el cristal,
evocando y sintiendo
la brevedad de un viaje de ida y vuelta,
cuando las horas pulsan
su flexibilidad desordenada.
Y es ahora que comprendo.
Viajo a merced de un dios omnipresente
sin modelar su tránsito
ni apaciguar sus ansias,
miro accidentalmente hacia el poniente
y una inquietud celebra esa distancia
que me impone la vida poco a poco,
-cada vez más despacio-,
como si no acertara a perfilar
los límites del cielo y de la tierra.
Y en ellos me introduzco
recordando cómo es que sucedió
mientras descubro que hoy nada ha pasado.
J. Borao
3 comentarios:
Hoy ha pasado la poesía, que no es poco.
Saludos.
Es una descarga existencialista que se desaparrama, suave, desde el interior de la alcoba. Ese cristal y ese cielo... la mirada "accidentamente hacia el poniente"... Creo que he llegado al punto en el que estabas al escribirlo.
Gracias
Laura
Julián una sorpresa y un gusto verte en este espacio
te mando un abrazo compañero
.
Publicar un comentario